Hong Kong es una ciudad de contrastes. Por una parte, el ritmo y apariencia de la ciudad puede recordar a algunas de las ciudades chinas más modernas, en las que el caos, los viejos edificios y esa densidad que se palpa en el aire (aunque rodeada de misticismo, es pura contaminación) conviven con los rascacielos, los negocios y los trajes elegantes. A pesar de esto, el estilo de vida y sus habitantes aún mantienen mucho de su pasado inglés, y son bastantes los que aún conservan lo que se llama "la flema británica" que choca encontrar allí. No creo equivocarme mucho si digo que para los viajeros europeos, es la ciudad china mejor valorada.


Y como no, las luces, los aromas, y el misticismo que caracteriza a las ciudades chinas. Grandes carteles de neón, espectáculos de luz desde los rascacielos (de hecho, no hay gran ciudad China que se precie sin hacer alguna cosa de este tipo), todo tipo de aromas de la comida que se ofrece en la calle, y los templos repletos de incienso. Esto es lo que diferencia a Hong Kong de cualquier otra ciudad del mundo, esta combinación tan mágica que hacen de ella un destino muy recomendable.
Y como no, de nuevo me dejo mucho, así que tambien me comprometo a una segunda parte.
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